Dime, lector, alguna vez, cómo el metal puede chillar de gusto.

Yo te sugiero dos posibilidades mínimas:

La primera tiene que ver con la fricción que un pañuelito desencadena cuando un músico de orquesta filarmónica o sinfónica, limpia su instrumento con el más delicado cuidado y decoro.

La segunda cuando pones a un fan o músico de Doom, o de Death/Black, o tal vez a uno de Speed o Trash, en el sótano de una casa, le proporcionas los cartones suficientes de cerveza, le llevas unas chicas "malhabidas" y lo encierras entre diez toneladas de bocinas que como volumen máximo en las perillas tienen el 11.

Las demás formas las dejo a tu gusto y consideración.

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