La Música

*Dedicado a una linda niña malosita que amo.

Nosotros, también somos la música. Nos desplegamos como sonidos blancos en espacios inhabitados donde la luna no alcanza su inquisitiva vigilia. Nos desprendemos del aire, de la acústica permanente de esta ciudad, y nos volcamos en melodías bajo ritmos exquisitos. Somos el origen de la danza, la antigua metáfora de encuentros cadenciosos entre dos universos mágicos que se niegan a existir por separado. Somos una armonía cósmica, un coro de afecto, una polifonía que componemos cada día con las miradas, con los besos, con las caricias que nos vamos registrando en el cuerpo y en la memoria. Somos el color de la música: hacemos de nosotros mismos un himno desde nuestra piel. Yo que tomo tu cuerpo, y tú que tomas el mío, como una pauta donde escribimos la canción más eterna que ha habido en el mundo. Te canto porque es necesario abrir mi voz a tu aliento que suena a un bello instrumento, para que al final de cada concierto, siempre volvamos a ensayar y practicar la misma sinfonía agridulce recordando que nosotros somos la música.
Dime, lector, alguna vez, cómo el metal puede chillar de gusto.

Yo te sugiero dos posibilidades mínimas:

La primera tiene que ver con la fricción que un pañuelito desencadena cuando un músico de orquesta filarmónica o sinfónica, limpia su instrumento con el más delicado cuidado y decoro.

La segunda cuando pones a un fan o músico de Doom, o de Death/Black, o tal vez a uno de Speed o Trash, en el sótano de una casa, le proporcionas los cartones suficientes de cerveza, le llevas unas chicas "malhabidas" y lo encierras entre diez toneladas de bocinas que como volumen máximo en las perillas tienen el 11.

Las demás formas las dejo a tu gusto y consideración.